AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Buenos días pero no una bonita jornada ¿eh?


Hoy la audiencia se lleva a cabo en dos lugares diferentes, como hacemos cuando llueve: vosotros aquí en la plaza, y muchos enfermos en el Aula Pablo VI que siguen la audiencia a través de las pantallas gigantes. Ahora, como un gesto de fraternal cortesía, les saludamos con un aplauso. ¡Y no es fácil aplaudir con el paraguas en la mano! ¿Eh?
En nuestro camino de catequesis sobre la familia, hoy es una etapa un poco especial: será una parada de oración.

El 25 de marzo en la Iglesia celebramos solemnemente la Anunciación, inicio del misterio de la Encarnación. El arcángel Gabriel visita a la humilde joven de Nazaret y le anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios. Con este Anuncio, el Señor ilumina y refuerza la fe de María, como después hará también por su esposo José, para que Jesús pueda nacer en una familia humana. Esto es muy bonito: nos muestra profundamente el misterio de la Encarnación, así como Dios lo que ha querido, que comprende no solamente la concepción en el vientre de la madre, sino también la acogida en una verdadera familia. Hoy quisiera contemplar con vosotros la belleza de esta unión, de esta condescendencia de Dios; y podemos hacerlo recitando juntos el Ave María, que en la primera parte retoma precisamente las palabras que el ángel dirige a la Virgen. Rezamos juntos:

«Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén»

Y ahora un segundo aspecto: el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, en muchos países se celebra la Jornada por la Vida. Por esto, hace 20 años, san Juan Pablo II en esta fecha firmó la Encíclica Evangelium vitae. Para recordar tal aniversario hoy están presentes en la plaza muchos mientro del Movimiento por la Vida. En Evangelium vitae la familia ocupa un lugar central, en cuanto es el seno de la vida humana. La palabra de mi venerado predecesor nos recuerda que la pareja humana ha sido bendecida por Dios desde el principio para formar una comunidad de amor y de vida, en la que está confiada a la misión de la procreación. Los esposos cristianos, celebrando el sacramento del Matrimonio, se hacen disponibles a honrar esta bendición, con la gracia de Cristo, para toda la vida. La Iglesia, por su parte, se compromete solemnemente a cuidar de la familia que hace, como don de Dios para su misma vida, en las buenas y en las malas: la unión entre Iglesia y familia es sagrada e inviolable. La Iglesia, como madre, no abandona nunca a la familia, tampoco cuando está abatida, herida y mortificada de muchas formas. Ni siquiera cuando cae en el pecado, o se aleja de la Iglesia; siempre hará de todo para tratar de curarla y de sanarla, invitarla a la conversión y reconciliarla con el Señor.

Pues bien, si esta es la tarea, parece claro de cuánta oración necesita la Iglesia para ser capaz, en cada tiempo, para cumplir esta misión. Una oración llena de amor por la familia y por la vida. Una oración que sabe alegrarse con quien se alegra y sufrir con quien sufre.
Esto es lo que, junto con mis colaboradores, hemos pensado proponer hoy: renovar la oración por el Sínodo de los Obispos sobre la familia. Lanzamos de nuevo este compromiso hasta el próximo octubre, cuando tendrá lugar la Asamblea sinodal ordinaria dedicada a la familia. Quisiera que esta oración, como todo el camino sinodal, sea animada por la compasión del Buen Pastor por su rebaño, especialmente por las personas y las familias que por distintos motivos están “cansadas y agobiadas, como ovejas sin pastor”. Así, sostenida y animada por la gracia de Dios, la Iglesia podrá estar aún más comprometida, y aún más unida, con el testimonio de la verdad del amor de Dios y de su misericordia por las familias del mundo, ninguna excluida, tanto dentro como fuera del redil.

Os pido por favor que no falta vuestra oración. Todo – el Papa, los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles laicos –  todos estamos llamados a rezar por el Sínodo. ¡Es necesario, no lo olvidéis!  Invito a rezar también a los que se sienten alejados, o que ya no están acostumbrados a hacerlo. Esta oración por el Sínodo de la familia es por el bien de todos. Sé que esta mañana os han dado una imagen y que la tenéis entre las manos. Tal vez esté un poco mojada… Os invito a conservarla y llevarla con vosotros, así en los próximos meses podéis recitarla a menudo, con santa insistencia, como nos ha pedido Jesús. Ahora la recitamos juntos:

Jesús, María y José,

en vosotros contemplamos
el esplendor del amor verdadero,
nos dirigimos con fe a vosotros,
Santa Familia de Nazaret
haced nuestras familias
lugares de comunión y cenáculos de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más en las familias haya
violencia, cerrazón y división:
quien haya sido herido o escandalizado
conozca pronto el consuelo y la sanación.
Santa Familia
de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
pueda volver a despertar en todos la conciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, atended nuestra súplica. Amén.

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